Al igual que los antiguos vikingos celebraban la valentía en el fragor de la batalla, hoy, en el Día del Padre, honramos la fortaleza de nuestros progenitores. Que cada mordisco en la carne no sea solo un acto de nutrición, sino un reconocimiento al espíritu guerrero que reside en el corazón de cada padre. Porque el coraje de los vikingos se refleja en la persistencia de nuestros padres, y su legado perdura en cada generación a través del rito de compartir la carne.
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