Cuando empecé a hacer CrossFit, una sola cosa me preocupaba: el dolor. Y es que no me gusta sentir dolor. Si veo o presiento que algo me causará dolor, doy una media vuelta y bye. Porque no me gusta perder. No me gusta sentir que pierdo el corazón. Tengo un corazón orgulloso que cuida cada parte de su vulnerabilidad. O bueno, al menos lo hacía. Al menos, así fui. Hace unas noches reflexionaba. ¿Cuánto tiempo perdí? ¿Cuántas oportunidades no viví? ¿Cuánto dolor me ocasioné evitando el dolor? No lo sé. Tampoco quiero pensar en eso. Dios ha hecho algo en mi y lo noto cuando puedo abrazar mi vulnerabilidad, cuando me atrevo a dar pasos en falso. Cuando puedo confiar en Él, en mi, en otros. Tengo miedo. Y la verdad es que todo se resume a eso, soy miedosa. Pero aquí voy, sabiendo que si estoy en Cristo todas mis aflicciones tienen una cosa en común: las viviré en los brazos del Padre. Ann🌱🤍✨
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