Qué lindo que ya no quieres ser mayor para entrar a discotecas o decidir por ti misma. Qué lindo que ya no quieres ser menor para que no te salgan canas o “se te vaya el tren”. Qué lindo que aceptas la persona en la que te has convertido y entiendes que son los años quienes te han traído aquí. Qué lindo que comprendes que sin todos estos días con altos y bajos no estarías así. Qué lindo que dejaste de esperar algo que no podías tener, te flexibilizaste y empezaste a disfrutar el presente. Qué lindo que dejaste de quejarte por lo que no tienes y comenzaste a apreciar lo que sí. Qué lindo que trabajaste en tus inseguridades para darte cuenta de que la edad es un número y que tú vives en la etapa en la que quieres vivir. Qué lindo es que te enorgulleces de ti y le restas importancia a algo tan mínimo como el día en que naciste. Eres más que un número y solo lo asimilarás el día que dejes de creer para ti lo que la sociedad te hizo creer “envejecer es terrible”, “las canas y arrugas hay que desaparecerlas porque son signos de vejez”, “las mujeres jóvenes tienen más valor", etc. Y sé que es difícil porque lo aprendimos de pequeñas, las personas de nuestra vida lo reforzaron y porque, al contrario, a los hombres no se les enseñó esto. De hecho, se consideran más atractivos cuando envejecen y se usan palabras como "añejos", "interesantes" o "experimentados" para referirse a ellos. Por eso, qué lindo todo el esfuerzo que haces por pensar en algo distinto a lo que piensa todo tu alrededor.
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