No necesitas graduarte de algo para dar gracias. No necesitas embarazarte para dar gracias. No necesitas mudarte a otra casa para dar gracias. No necesitas que te asciendan en el trabajo para dar gracias. No necesitas comprarte un carro para dar gracias. Puedes dar gracias ahora. Mira a tu alrededor. Probablemente hay cosas que te sobran, objetos que no necesitas, que no te hacen falta y aún así los tienes, ¿qué tal si empiezas por ahí? Da gracias por aquello que te rodea por más simple y pequeño que sea. Empieza por lo que no puedes tocar: el cielo, el sol, las nubes, los amaneceres y atardeceres, el sonido de los pajaritos, el aire que respiras, sentir frío o calor. Luego empieza por agradecer todo lo que tu cuerpo te permite hacer: ¿será oír, ver, hablar, oler, degustar, caminar, correr, pestañear? Y de ahí pasa a todo aquello que hasta ahora has considerado nulo, banal o superficial: la ropa con la que puedes vestirte, el internet y el dispositivo con el que puedes leer este post, la comida que te llevas a la boca, la música que puedes escuchar, la silla en la que te sientas, los zapatos que te permiten caminar cubierta, etc. Si te fijas, tienes muchísimas cosas que agradecer, más de las que imaginas. Incluso dentro de tu cuerpo un montón de procesos bioquímicos y fisiológicos de los cuales no tienes consciencia y que están sucediendo. Pero has estado enfocada en lo que te falta, en lo que no tienes y es normal, es parte de la feminidad. Centrarnos en aquello de lo que carecemos y desear lo que tienen los demás. No obstante, desde ese enfoque será difícil apreciar lo que tengas. Por eso trata de devolver la mirada hacia ti misma y centrarte en qué tienes hoy que no tenías ayer: edad, canas, líneas de expresión, experiencia, aprendizajes. Y si te cuesta, escribe todos los días una cosa que agradeces. Haz el ejercicio de permitirte aceptar que hay cosas que ya están disponibles para ti y las tienes contigo. Y quizás así te des cuenta de que no necesitas más ❤️ | RedGage

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