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¿QUÉ ES LA INTELIGENCIA?

Cuando investigamos o indagamos en la personalidad de alguien, lo que hacemos es situarlo en una de estas dos categorías (inteligencia, afectividad) y observamos la línea que le define más.
La afectividad es la capacidad de ser afectados por las circunstancias externas. Se trata de un cambio que tiene lugar en nuestro interior y que se manifiesta a través de cuatro formas esenciales: los sentimientos, las emociones, las pasiones y las motivaciones.
Y la inteligencia, ¿en qué consiste? ¿Cómo sabemos que estamos ante una persona inteligente?
La inteligencia es la capacidad mental de una persona para adquirir conocimientos nuevos y tener una actuación global de acuerdo con el medio ambiente.
Una persona es inteligente cuando: Es capaz de tener una correcta percepción de la experiencia. Sabe captar las relaciones que el hombre establece con el entorno. Tiene visión de futuro.

TIPOS DE INTELIGENCIA:
Inteligencia teórica: Es el modelo que aplica el intelectual. Tiene la capacidad de rebuscar en el pensamiento la comprensión mediante conceptos, ideas, juicios y raciocinios de aquello que observa.
Inteligencia práctica: Es el modelo del hombre en acción. Es la facultad para resolver problemas y dificultades de orden operativo. Se mueve por esquemas de conducta y tiene una eficiencia directa, que casi se activa como un acto reflejo.
Inteligencia social: Es la capacidad para actuar en el terreno de las relaciones interpersonales, la que facilita el contacto humano. Estamos ante el modelo de inteligencia de un relaciones públicas.
Inteligencia espontánea y provocada: La primera es aquella que se despliega sin ser necesario ningún estímulo exterior; se manifiesta como un juego de habilidades y aptitudes que están dispuestas para funcionar. La segunda ofrece su mejor rendimiento cuando alguna presión externa le sirve de acicate y aliento. Ambas definen a las personas con valía para un debate o para ser buenos parlamentarios.
Inteligencia analítica y sintética: La primera trata de escudriñar los problemas, pero separando, distinguiendo, puntualizando todos los aspectos que éstos presentan. La segunda consigue resumir las características que se encuentran en un fenómeno, hecho, situación o persona.
Inteligencia analógica y metódica: La primera es aquella capaz de recurrir a la imagen metafórica mediante la similitud, la equivalencia y el parecido. Es el modelo del escritor. La segunda, utilizada por el investigador, se rige por la inducción, deducción, verificación de la hipótesis de trabajo.
Inteligencia discursiva: Es la capacidad de expresarse en un lenguaje suficiente, bien trazado y con recursos adecuados para bucear en las ideas y transmitir conceptos de manera rica. Todos hemos conocido a alguien que escribe con soltura y que por el contrario no sabe hablar en público.
Inteligencia matemática: Es la que nos otorga la facultad para captar el mundo y relatarlo en lenguaje cuantitativo. Hoy la ciencia tiene en la estadística un apoyo esencial.
Inteligencia emocional: Son las personas capaces de expresar sentimientos, conocerlos, saber sus vericuetos, para qué sirven, cómo se mejoran y cómo se puede mantener una relación afectiva estable y duradera. Desde mi punto de vista en las últimas décadas se ha producido un verdadero analfabetismo sentimental, es decir, existe un desconocimiento casi completo de la afectividad, con las consecuencias que ello tiene.
Inteligencia instrumental: Es la menos frecuente en la actualidad. Se sirve de unas herramientas que capacitan a la persona para conseguir más, para superarse en cualquier campo: si éstas se cuidan, hay grandes progresos; si se descuidan, se produce un descenso gradual en todos los aspectos, que suele conducir a situaciones grotescas, sobe todo cuando el buen coeficiente intelectual se desaprovecha por la ausencia de estos ingredientes.
¿Cuáles son estas herramientas? Yo destacaría especialmente cinco: orden, constancia, voluntad, motivación y alegría por el esfuerzo de mejorarse. Cabe plantearlo de forma más rotunda: una persona con orden, constancia y voluntad llega en la vida más lejos que una persona inteligente; consigue que sus sueños se hagan realidad, y se asoma al umbral de la vida con otro talante y, por supuesto, con otros resultados.
Si el gran maestro es el tiempo, la mejor profesora es la experiencia. Es preciso aplicar la inteligencia en la vida, la sabiduría para sacarle el máximo partido y llevarla a la práctica con creatividad y libertad.

EL APRENDIZAJE COMO PUENTE HACIA UNA MEJOR INTELIGENCIA
Existen dos tipos de aprendizaje: por imitación y por contraste. Unos siguen lo mejor que ven, otros hacen lo contrario de lo que observan.
La repetición de pequeños actos de esfuerzo prepara para la lucha cotidiana.
Los dos apoyos básicos de cualquier aprendizaje, la inteligencia y la voluntad, no tienen buena prensa hoy, pero son definitivos para conseguir lo que deseas.
Es evidente que aprendemos mejor por imitación de modelos positivos. Ver ejemplos claros, diáfanos, es la mejor lección. Además, se va aprendiendo de aquí y de allá: escogiendo, captando, participando.
En resumen, la experiencia es esencial. La vida enseña más que muchos libros.

Fuentes: Enrique Rojas Montes
Libro: El Amor Inteligente
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